De los veranos de mi niñez recuerdo con nostalgia la alegría, las risas, los revolcones en las olas con mis amigos en la Costa Brava, las idas y regresos con sus padres cantando habaneras en el coche, ajenos a la realidad de los mayores, felices. Aquellos días de infancia, inmersa en las olas y la serenidad de la costa, generaron en mí una semilla, una pasión profunda por capturar la esencia del mar y descubrir el fantástico mundo submarino. Las playas de Tarragona en mi juventud, playas eternas donde nunca te hundías y te invitaban a pasar el tiempo sin preocupación. Desde mis primeros recuerdos, el mar ha sido mi refugio, mi fuente de inspiración y mi eterna conexión con la naturaleza. Ya de adulta, los veranos en Calella de Palafrugell y la costa catalana moldearon mi amor y respeto por los mares y despertaron el deseo de protegerlo.